XXXVII.- Desmayarse en espiral

Acurrucada y abrazada a la taza, suspira de alivio.
Pasa la lengua por el borde, rozándolo, tentándose a sí misma.
Moja el dedo, y observa cómo el líquido denso se desliza perezosamente sobre la piel. Se pinta los labios con los ojos cerrados, besándose por capricho.

Hunde la cabeza en la almohada. Y entonces cierra los ojos, imaginando situaciones horribles como que no exista lo suave, o las fresas, o las cosas que huelen bien.

XXXVI.- ¿Quién está ahí?


Ven a por mí.

Marino de puertos vacíos.
Que hacen eco
en el silencio amarillo del Sahara eterno.

Alzas la mano hacia el fuego del ocaso.
Y sólo tocas la suave arena.
Que se te escapa del puño cerrado.

Inerte al sol del invierno.
Derramas tiempo.