Acurrucada y abrazada a la taza, suspira de alivio.
Pasa la lengua por el borde, rozándolo, tentándose a sí misma.
Moja el dedo, y observa cómo el líquido denso se desliza perezosamente sobre la piel. Se pinta los labios con los ojos cerrados, besándose por capricho.
Hunde la cabeza en la almohada. Y entonces cierra los ojos, imaginando situaciones horribles como que no exista lo suave, o las fresas, o las cosas que huelen bien.