XXIX.- Re vera, potas bene...



Ah, y entonces... Qué.
El faro rota, señalando su posición.

Dándole vueltas a esa fuente.
No llego a tocar el agua, sólo puedo verla reflejando mi mirada.
No intento alargar el brazo por los barrotes, no es mi patio.
Sólo la miro tocar, bruñida. La observo tañir a través de la reja.
Me avisa de que la costa está cerca, y debo alejarme.
O encallar en mi propio espejismo.

...

Pero tengo sed. SED.

Sed de Tierra.
Esa luz que me guía y que a la vez me advierte.
Y cuando me advierte... Me ahoga.

¿Porqué no hay más fuentes?
Intento apartar la mirada pero no podemos.

Quizá sea una fuente sirena. Quizá me muera si la toco.
Pero no puedo saberlo...

Bancos de arena.

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