XXVIII.- Ni pan, ni circo...



Por Dios, si sólo lo he visto una vez, me dije.

Y desde entonces, cada vez que voy, aparece, y nos miramos. Y cuando coincidimos nos callamos. Hasta que se me presenta como si ya me conociera.

Me mira como si taladrara mi alma, y me tengo que esforzar en no pensar en las palpitaciones de su cuello. En sus manos deslizándose sobre mi cuerpo.
En mi boca devorando la suya.
En una exigencia que no me corresponde.

Claro que me conoces cabrón, que me hablas con dobles sentidos y me quemas por dentro cada vez que me miras.

1 comentario:

Alejandro Romualdo dijo...

Si me quitaran totalmente todo
si, por ejemplo, me quitaran el saludo
de los pájaros, o los buenos días
del sol sobre la tierra,
me quedaría
aún
una palabra. Aún me quedaría una palabra
donde apoyar la voz.
Si me quitaran las palabras,
o la lengua,
hablaría con el corazón
en la mano,
o con las manos en el corazón.